El conflicto en las provincias de la frontera sur de Tailandia es uno de los menos conocido. Desde 2004, cuando reavivada una insurgencia de decenios, la violencia entre los separatistas malayos y el Gobierno ha cobrado miles de vidas. La región está bajo estado de emergencia, con una fuerte presencia militar. Los lugareños se quejan de las violaciones sistemáticas de derechos humanos, y los ataques insurgentes son una ocurrencia diaria.

Aparecieron signos de principios de este año de esperanza para poner fin a los combates. El gobierno y el principal grupo insurgente, el Barisan Revolusi Nasional (BRN), anunciaron el inicio de un diálogo de paz. Aunque el progreso ha sido tartamudeaba – no mantenga una tregua de Ramadán – este es el paso más positivo hacia la paz en años. Este cambio de actitud está dando coraje de la sociedad civil para hablar en contra de los abusos de los derechos humanos y exigir el fin de los combates.

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